jueves, 14 de enero de 2010

Todo el día me pregunto

Mas y mas,
nunca se detendrá.
Como el viento,
el tiempo,
sabe volar.
(y lo hace realmente aprisa).
En algunas ocasiones,
sopla ferozmente
causando destrozos varios,
en tantas otras agrieta
tan solo mi cara.
A su paso.

Para una noche de verano,
no hay nada mejor que la frescura nocturna.
Alivia la sangre
y enfría los adoquines
(expuestos diariamente a la atención del sol).
Bermudas y remera.
La mayor comodidad.
Caminando en contra, por la vereda
y en sentido del viento, por la calle.
Idas y venidas.

Yo me pregunto si este viento llagará
ha otros lugares.
Llegar cuando la niebla matinal se incorpora.
Llegar al son del gallo.
A lugares donde la tierra predomina,
la tierra húmeda y agusanada,
que vive y que respira.
Rodeada de aguas.
Un gran trozo de tierra palpitante
emplazado entre dos ríos.
El Paraguay y el Guayquiraró.
Que no dejan de fluir, de correr.
Que se dejan escuchar,
se presentan al adormecido oído urbano.

Yo me pregunto:
si estas palabras que caen de mi boca,
y pretenden emprender vuelo
pero que inmediatamente
se ven embolsadas por una ascendente corriente
que las lleva estrepitosamente por los espacios y los tiempos,
llegaran a tocar la puerta de tu cabaña.
Esa que se encuentra al lado de un río,
en una agradable noche de verano.

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