miércoles, 25 de noviembre de 2009

Subliminaje Urbano - Segunda Entrega

II



Cuando “leemos” y entendemos todo lo que nos rodea, experimentamos todo lo que se entiende por SUBLIME.

Creemos poder atrapar el infinito con las manos, y llevarlo hacia el centro, compactarlo y guardarlo en el bolsillo. Todo eso creemos.

Tendemos puentes donde no hay dos puntos que unir.

Uno tan solo es el camino que hay transitar, sea cual fuese la pradera.

Comenzamos a correr la carrera, pensando que vamos a ver la bifurcación.

Nunca esta, nunca llega, nunca nos encuentra.

El entusiasmo, se va convirtiendo en cansancio.

Y la vida en aburrimiento.

Pasamos mucho tiempo sentados, acostados o simplemente apoyados. A cortas distancias, las piernas se van haciendo perezosas. Pero tiernas para la dentellada filosa que las capitalizará, para satisfacer su hueca sed de sangre.

Durante un tercio de nuestra vida tenemos los ojos cerrados. Ya sea porque dormimos mucho al trabajar inhumanamente, ya sea porque parpadeamos continuamente al tener el sol de frente al habitar oscuras cavernas de cemento, ya sea porque nos tapamos la cara al no encontrar lo que la TeVé nos prometió y al no querer mirar la concreta realidad. Nos acostumbramos a no mirar, y mucho menos a ver, nuestro alrededor.

Rutina anestesiante. Abominable alienación, como la que sufren los pasajeros que no saben que viajan.

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